Enero y... ¡sus preguntas! |
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Gaby Vargas
Periódico Reforma
4 Ene. 09
"Sé el cambio que quieres ver en el mundo".
Mahatma Gandhi
Había una vez un rey que habitaba en un gran castillo. Era un soberano feliz, excepto por las noches. Al aplacarse el ruido cotidiano, escuchaba a los fieros perros, a los que tanto temía, ladrar desde los sótanos de su palacio. Entre más fuertes los ladridos, más miedo le provocaban y más les rehuía. El monarca ignoraba que lo único que sus perros deseaban era que bajara a buscarlos, a acariciarlos, a conocerlos. Desconocía que, de enfrentarlos, su vida cambiaría por completo.
Enero es igual a esos perros fieros. Llega implacable y demandante. Imposible ignorar lo que reclama: escuchar sus preguntas. Preguntas que, en lo personal, me acosan mientras duermo, al levantarme, mientras trabajo. Quisiera no toparme con ellas después de que durante todo el año logré capotearlas cual experta torera. ¿Cómo? Muy fácil: por medio del trabajo, las compras, el activismo, chocolates, lectura obsesionada de periódico, teléfono, tele, radio y demás. Pero enero ya grita muy fuerte: ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Hacia dónde vas? ¿Cómo vas a hacer para mejorar o al menos resistir la tendencia natural que tú, tus relaciones, tu salud y demás tienen a deteriorarse? ¿Y por los demás, qué vas a hacer? ¿Cómo vas a mejorar tu cultura? ¿Te sientes satisfecha con lo que has hecho?... Y ya mejor me tapo los oídos.
Qué razón tenía Proust al decir que "No hay nada que le duela más al hombre que cambiar de una costumbre a otra; porque lo obliga a hacer las dos cosas que más le duelen: pensar y sentir". Y lo peor es que, de no hacerle caso a las preguntas, éstas encuentran la forma de ser escuchadas. Al sentir que las reprimes, se quedan atoradas en nuestro cuerpo, en el campo energético, y nos provocan todo tipo de llamadas de atención. Desde dolor en el cuello, gastritis, hasta ansiedad y depresión.
El secreto para acallar nuestros perros internos, que tanta atención reclaman, es descender a nuestros sótanos, enfrentarlos y escucharlos. Después de todo, ¿por qué y para qué estamos aquí? En el momento en que nos detenemos a pensar y nos damos cuenta de nuestras habilidades, características únicas y lugar en el mundo, que nos fijamos una meta propia y para el bien de los demás, empezaremos a sentir esa anhelada paz.
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